A Deleuze le debo, entre muchas cosas, un
señalamiento que me hizo re-pensar las contradicciones de la
"repetición", entre ellas que lo que se repite no es lo general sino
lo singular. Sabemos por ejemplo el decir "El infierno es repetición"
y conocemos el adagio de la psicología, sea desde el registro del psicoanálisis
como del behaviorismo (cada uno dentro de un registro distintivo), entre Principio de Placer y Ley de Ejercicio, que uno
tiende a repetir y consolidar aquello que brinda alguna suerte de placer,
compensación o consolación (frente a una perturbación-que a su vez fue para
Clarepede, una definición adaptada de la "inteligencia"). Ya Adam
Smith buscaba ubicar al "interés" como "móvil primero",
para explicar por qué diablos una persona se sintiera compelida a laborar (se
necesita de recompensar, más o menos, regulares). Si vamos al promiscuo campo de la psicotecnia y la psicometría, tenemos la noción de que existe una "inteligencia general" o g respecto a las aptitudes y talentos heredados. Claro, herencia en este caso sigue teniendo un tono económico-político (recordemos, que lo que se hereda son poderes, propiedades e incluso "derechos"), que no deja de ser un supuesto espejo de la esencia, potencia y volición "real" de los individuos (de sus "diferencias individuales"-valga la contradicción). En otras palabras, hay una
curiosa relación, que el llamado pensamiento occidental ha "parido" entre deseo y
repetición, sea esta consciente o inconsciente, innata (leamos entre-líneas "heredada") o adquirida. Bueno, pero dejemos esto en suspenso por el momento.
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